Reflexión 667
Homero
Sentado en una silla de ruedas, solo, en su habitación... rodó la silla hacia un espejo de cuerpo entero. En él se vió... y al instante entró en su mente senil un haz de luz de toda su vida, existir.
Recordó a sus padres durante su niñez... su crianza de adolescencia, juventud... sus estudios de formación, sus amoríos. Ya adulto su primer trabajo... su empeño. Su matrimonio, hijos fue procreando, su crianza, su hacer el hogar. El crecer de sus hijos... verlos partir a hacer sus familias.
La casa que en su tiempo era chica con todos sus hijos en ella... sus alborotos... hoy le era inmensa, sola, sin ninguna algarabía. De cuando en vez o nunca sus hijos iban con sus hijos a corretear la inmensa casa... dando alegría, vivacidad a la misma.
Mil adornos, mil muebles le acompañan. Mil trajes, zapatos, joyas en los closets están guardados... sin ya usarlos. En su tiempo fueron de elegancia, prestigio, buena apariencia a otros.
Ya sus contemporáneos, con quienes muchas reuniones, farras tuvo están muertos o postrados en una silla de ruedas, en una habitación o un asilo.
El esplendor se desvaneció. Toda la luz se apagó. Solo queda el haz de luz el espejo de cuerpo entero logra reflejar al entra por un orificio de la ventana.
Las horas, días eternos se le hacen... la soledad le incómoda, aterra... a ella durante su existir nunca le dió un instante, momento de estar. Nunca comprendió, tarde o temprano, seria su gran compañera tendría a su lado.
De pronto... el haz de luz que entró en su mente... se apagó. La oscuridad de nuevo la inundó. El cuello dobló, su cabeza gacha retornó a su existir de postración en la silla de ruedas.
Esperando los brazos abiertos de la eterna lleguen... en postración está.
Valmore Vivas
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