Te cuento amigo, amiga...:
Atardecia, hombres, mujeres caminando apurados por tomar su bus, su buseta para regresar a su hogar, después de cumplida su jornada de trabajo.
Me monte en un bus interurbano. Muchos más hombres, mujeres, jóvenes, viejos, niños, niñas se montaron conmigo.
Apretujados, unos sentados, unos parados.
Anda el bus, tarda en salir de la ciudad, colas y colas de carros.
Todos andamos cansados, queríamos llegar a casa.. pero había que armarse de paciencia, era necesario.. aún faltaba mucho por andar.
Mil olores a sudor, hombres, mujeres en su ajetreo del día.
Todos íbamos abstraidos, pensando en su mundo, pensando en sus pesares, pensando en sus alegrías.
Murmullos, susuros se oían tambien... eran humanos que iniciaban una conversa, eran humanos que se encontraban después de tiempo, eran humanos que habían compartido jornada, eran humanos platicando. Tambien se veían humanos solos, en su soledad, en sus pesares.
Viene el cobro de pasaje, el colector inicia su andar sinuoso entre los pasajeros parados. Pasate para acá, correte un poquito, mete la barriga gritaba el colector para poder andar entre el pasillo abarrotado.
Ahí íbamos todos entre ojos casi cerrados, entre brazos estirados para sostenerse, entre mil olores a sudor.. ahí como hermanados compartiendo nuestra comarca andante.
Pasó el tiempo, rodó el bus, por fin llegamos a la otra ciudad... unos se quedaban al inicio, otros en el medio o final del recorrido... pero todos armados aún con la paciencia, controlando el hambre, el cansancio dábamos los últimos pasos por llegar a casa.
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