La semilla no puede saber qué va a suceder,
la semilla nunca ha conocido la flor.
Y la semilla no puede siquiera creer que tiene el potencial
de convertirse en una hermosa flor.
El camino es largo, y siempre es más seguro no recorrer
ese camino porque el trayecto es desconocido,
nada está garantizado.
Nada puede ser garantizado.
Mil y uno son los riesgos del camino, son muchos los escollos
y la semilla está segura, escondida dentro de una dura coraza.
Pero la semilla lo intenta, hace un esfuerzo,
tira la dura concha que es su propia seguridad
y comienza a moverse.
Inmediatamente la lucha comienza: la lucha con la tierra,
con las piedras, con las rocas.
Y la semilla era muy dura y el brote será muy, muy suave
y los peligros serán muchos.
No había peligro para la semilla, la semilla podía haber
sobrevivido por milenios, pero para el brote
los peligros son muchos.
Pero el retoño emprende hacia lo desconocido, hacia el sol,
hacia la fuente de luz, sin saber dónde, sin saber por qué.
Enorme es la cruz que ha de cargarse, pero la semilla posee
un sueño y la semilla se mueve.
El mismo camino es para el hombre. Es arduo.
Mucho valor se necesitará.
Cuando nos enfrentamos a una situación muy dificil,
tenemos que elegir:
Podemos ya sea tener resentimientos y tratar de encontrar algo
o a alguien a quien culpar de las dificultades,
o podemos encarar el reto y crecer.
La flor nos muestra el camino, cómo su pasión por la vida
la guía fuera de la oscuridad y hacia la luz.
No tiene caso pelear en contra de los retos de
la vida,
o tratar de evitarlos o negarlos.
Ellos están ahí, y si la semilla va a convertirse en flor,
tenemos que atravesarlos.
Ten el suficiente valor para convertirte
en la flor que has de ser.
Osho
21 diciembre 2011
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