"Tu verdad aumentará en la medida que sepas escuchar la verdad de los otros."
Martín Luther King.
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Muchos nos vanagloriamos de que sabemos escuchar; sin embargo, sólo oímos lo que nos dicen. Estamos siempre con la mente en lo que pensamos sobre lo que nos están diciendo, así como en el argumento que daremos para imponer al final nuestro punto vista.
Escuchar es muy difícil y pocas personas en este planeta lo saben hacer bien. El PRIMER paso para escuchar es tener la disposición de hacerlo, es decir, no prejuzgar al otro y tampoco preconcebir una idea de lo que me tratará de decir.
Una clara actitud de no saber escuchar es cuando no somos capaces de dejar terminar de hablar a la otra persona; la interrumpimos de inmediato cuando no estamos de acuerdo con lo que oímos, porque no coincide con mi CORTA visión al no conocer toda la película sobre lo que se dijo, cerramos la posibilidad de diálogo y una hermosa puerta para estrechar una relación, ayudar a un amigo, o saber lo que piensa el otro para conocerlo mejor.
Las actitudes dicen más que mil palabras, por eso es muy importante estar atento y dispuesto a, primero y antes que nada, "recibir información" y observar los hechos, sin procesarlos de inmediato hasta no tener la "película" completa.
Cuántas veces, como padres, prejuzgamos las intenciones de nuestros hijos por no tener esa capacidad de escuchar correctamente. Recuerdo aquel chiste de un niño de tres años que le pregunta a su papá: "papá, ¿qué es pene?". El padre, imaginando lo peor y preocupado por el cómo podría contestar aquella pregunta, dio el paso sabio de primero saber de qué le estaba hablando su hijo.
Para quien no se sepa la historia, a la pregunta del papá de "¿por qué lo dices?", el niño dijo: "es que aquella viejita en la misa oraba a Dios para que el alma de su marido no pene".
Quién sabe escuchar en principio debe ser una persona empática, es decir, busca primero comprender y luego ser comprendido. Platón decía que "buscando el bien de nuestros semejantes encontraremos el nuestro".
En resumen, saber escuchar implica primero estar dispuesto a hacerlo, y luego, ser empático. No debemos juzgar lo que las personas nos dicen, debemos entender por qué lo dicen y en esa medida, como líderes, podremos tomar decisiones acertadas para dar el siguiente paso, que será hacer compatible el objetivo trazado con el de los demás.
Al conocer a las otras personas, saber lo que piensan y cómo lo piensan, convierto mi acción de líder en una poderosa herramienta, que como el director de una orquesta, hará de su trabajo una hermosa sinfonía que alcanzará metas insospechadas.
Por último, me quedo con la frase de un gran santo y líder que como gobernante supo llevar a su pueblo muy lejos, San Luis Rey de Francia, que decía: "Escuchar con paciencia es, a veces, mayor caridad que dar".
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