En algún momento de su evolución el hombre adquirió la capacidad de pensar en el futuro, de imaginar, ese momento fue un gran paso hacia su humanización. Podríamos añadir que esa capacidad estuvo relacionada con el trabajo, con la capacidad de modificar y tallar la naturaleza a su imagen y semejanza, con la posibilidad de planificar.
La capacidad de prever determina en gran medida la calidad de una sociedad, las que no tuvieron esa habilidad se estancaron en la inmediatez, se convirtieron en sociedades fósiles o desaparecieron víctimas de lo no previsto.
El capitalismo aplasta en la humanidad la habilidad de entender las señales del futuro, y a partir de ellas prever, imaginar. Nos convierte en máquinas de consumo y producción, condenados a ver al mundo sólo por el cristal del lucro y de la contingencia de consumir. Es así, el mundo de las cosas, de las mercancías, tomó el control de la vida. Padecemos una demencia que nos hace confundir el futuro de la humanidad con el futuro de las mercancías: "si al mercado le va bien, a la humanidad debe irle bien". Esa consigna guía.
En este mundo dominado por las mercancías, las relaciones son las relaciones de la publicidad, o mejor: del engaño de la publicidad. El bienestar no surge dentro del humano, de su espíritu, sino del exterior, del mundo de las cosas. Así, más feliz debe ser el que más tenga, el que más posea, pero la realidad es otra: la distorsión del hombre al servicio de las cosas y no las cosas al servicio del hombre, produce desasosiego, angustia, infelicidad, nos lleva por rumbo suicida.
El mundo de las mercancías, del capitalismo, requiere para su funcionamiento la insatisfacción perpetua, el consumo desquiciado, la esquizofrenia que justifica arrasar con naturaleza y vida. En contraste, los satisfechos, los que buscan la felicidad dentro de sí, los sanos, los que consumen con sensatez, esos no le interesan al mercado.
La Revolución Socialista es imprescindible, urgente, por ser la única forma de superar el mundo de las mercancías, de ensanchar el horizonte, descifrar las señales de los tiempos, volver a ser humanos. Ese es el único camino para el bienestar, para el buen vivir, y es la garantía de la permanencia de la vida en el planeta.
Las elecciones de octubre son una buena oportunidad de ensayar la capacidad de ver el futuro, de imaginar, de romper el cerco de lo utilitario mercantil: si el fascismo gana, aparecerá el monstruo que se oculta tras el disfraz de manso. Las promesas de la publicidad electoral se irán al basurero y sentiremos el odio de las clases dominantes hacia los humildes que osaron ser rebeldes, aplastarán el espíritu libertario germinado en la Revolución. Los trabajadores y sus dirigentes serán cruelmente reprimidos, las leyes, sin el apoyo de las masas, serán sustituidas por las leyes de los organismos burgueses internacionales. Volverán los días de la miseria espiritual y material.
¡Sólo con Chávez habrá futuro!
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