10 noviembre 2011

Elogio de la carcajada. De Jorge Bucay

El buen humor es una de las grandes claves
de la realización personal.
La risa tiene efecto sanador.
Para avanzar en el camino de la deseada auto-realización,
el tercer paso deberá ser la conquista de la necesaria
cuota de humor en su vida.
No cualquier humor, un particular, específico
y grandioso buen humor.

Es bueno tener dinero y las cosas que el dinero puede comprar,
pero también es bueno ponerse una que otra vez a reflexionar
para estar seguro de no haber perdido las cosas
que el dinero no puede comprar
.
Por si no le queda claro, hablo de saber vivir,
aunque sea por un minuto cada día, por encima del recuerdo
de nuestro agobiante pasado, sin estar pendiente
de las restricciones y amenazas de todos los terroristas
del mundo y de los poderes multinacionales.
Hablo de poder sonreír, aún sabiendo del duro mañana
que profetizan agoreras todas las instituciones
y los cerebros privilegiados que derraman
sobre nuestras cabezas sus terribles visiones económicas,
sociales y ecológicas.
Me refiero a levantarnos contentos cada mañana,
a pesar de las absurdas restriciones que nos imponen leyes
y reglamentaciones, que nos limitan
aunque no recordemos haberlas aceptado.
Hablo de no dejar de reírnos, a carcajadas si es posible,
aunque sea por un segundo de los hechos ciertamente triviales
de nuestro diario padecer.
Hablo de la sonrisa cómplice con Dios, con la naturaleza
o con el orden general de las cosas,
que pone al hombre por encima de su cotidianeidad,
de sus intereses momentáneos y de lo efímero
de sus frustraciones.
La risa es, y los médicos lo sabemos, una de las tres formas
probadas de producir endorfinas (ciertas sustancias
que produce cada organismo, que son específicas del cuerpo
que las elabora y que poseen un increíble efecto sanador:
reconstituyente, analgésico, anti-inflamatorio
y hasta donde sabemos con muchas acciones a favor
del sistema inmunitario, que serían capaces de protegernos
de algunos cientos de enfermedades
desde el resfrío hasta el cáncer).
Quizá porque nuestro cuerpo sabe estos datos,
aunque nuestra cabeza lo ignore, es que asociamos naturalmente
el buen humor con la fertilidad, con la evolución y con la vida.
Así como en los cuentos el héroe libera a la princesa
matando al dragón y salvando todos los obstáculos
para volver a casa triunfante; en lo cómico,
la gran heroína (la risa) nos libera a todos
de las prohibiciones de la cordura y la coherencia,
para poder volver al hogar de lo espontáneo.
El mundo para muchos incomprensible, infantil
e incorrecto de lo que nos causa gracia.
El chiste, la anécdota y la humorada siempre nos recuerdan
la necesidad de enfrentarnos con lo que no se esperaba.
El desafío de lo lógico, lo regulado y lo repetido.
Allí está lo liberador, lo creativo y disparador.
Allí está la exitosa vuelta al hogar condecorados
de nuestra sonrisa de satisfacción.
¿De qué se ríe?
"El humor nos advierte que el orden es demasiado rígido
(señala Pescetti), que determinada regla no tiene sentido,
que lo formal a veces invade nuestra actividad,
que nos hemos dejado oprimir por demasiadas preocupaciones.
Nos previene de nuestras torpezas y distracciones,
nos alerta ante la estupidez propia y ajena.
Nos ayuda a superar el dolor que algo nos provoca
y a darnos cuenta cuando estamos tomando
las cosas demasiado en serio
."
De todas las risas posibles, no me interesa la que surge
de gozar el sufrimiento ajeno.
En lo personal nunca me divierte la risa que se burla
de lo nuevo y siempre me subleva la burla que desprecia
y humilla lo diferente.
Elijo el humor de quien se ríe de lo de otros
solamente porque lo sabe igual a lo propio
y demuestra su capacidad de reírse de sí mismo.
Reírse de uno mismo enseña a gozar con las extrañas
y absurdas cosas que nos suceden
.
Es la señal de la madurez que siente
el que está seguro de sí mismo.

Por eso es que lo invito a que sonría hasta que note
que su sobriedad y circunspección
han desaparecido de su vida.
Sonría hasta que provoque la sonrisa en otros.
Sonría a los tristes, a los tímidos
y sobre todo a los aburridos.
Sonría a los amigos, a los ancianos, a los jóvenes,
a su familia y a sus adversarios.
Sonría cada vez que pueda y aprenderá que nada
es capaz de arruinarle su alegría,
ni siquiera la tristeza de llorar lo doloroso
.
 
El gran Groucho Marx escribió un breve epitafio
para que apareciera escrito en su tumba,
un mensaje dirigido a quienes lo visitarán tras su muerte.
Es una simple frase escrita en la piedra.
Dice:
Perdonen si no me levanto…
Jorge Bucay

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