La cúspide
El hombre que camina por el valle... la ve.
A ella se dirige. Su deseo inmenso... escalarla, llegar a ella.
Sin pausa, sin prisa inicia su sendero, que a ella lo conduce.
La cúspide lo motiva, lo alienta a caminar. Se cansa, descansa, repone energías. Vuelve, una y otra vez.
Cada vez... se va acercando, más y mas.
Su corazón palpita a millón... la alegría inunda su SER... el regocijo es inmenso. Conquistó la CIMA.
Un aliento de gratitud lo embarga. Agradece a su SER haberlo logrado. Siempre creyó, tuvo fe en él mismo. No se amilanó ante los obstáculos, la fatiga, el desaliento. Iba en un embargo de fortaleza, ánimo, disfrute mientras escalaba.
La CIMA fue la guinda de la dicha iba sintiendo mientras escalaba. Sin apuro respiraba las fragancias, vistas el sendero le iba ofreciendo.
El gozo fue constante, perenne.
El hombre ya maduro emocionalmente fue quién emprendió la subida a la cúspide. El apuro no lo agobió, sino la calma, el sosiego de sus sentires. Sentires que mientras aún vibren hay que tasarlos, disfrutarlos.
Valmore Vivas
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