Cada persona tiene su propio ritmo, sus propios tiempos para tomar decisiones, para avanzar, para detenerse.
Es algo que no podemos modificar.
Respetar estos tiempos añade un factor positivo más para que las situaciones lleguen a un buen desenlace.
Tal vez estás esperando que alguien reaccione de cierta manera, en el lapso que tú deseas. Si te sientes angustiado o apremiado por una respuesta, el problema es tuyo. La otra persona se maneja dentro de sus propios códigos y no tiene por qué hacerse cargo de ese apuro que tú, internamente, tienes por resolver.
Apresurar a alguien para que tome una resolución puede traer aparejada una respuesta que no deseamos o generar que, al aceptar algo bajo presión, más adelante se arrepienta o se vuelvan a generar las mismas situaciones que provocaron llegar a este punto, ya que no habría crecimiento.
Está bien poner un límite a la espera a la que te estás enfrentando, ya que no hay por qué aguardar eternamente ni dejar nuestras aspiraciones o deseos de lado. Pero si decides fijar este límite, considera dar un lapso que consideres prudencial para que la persona piense, recapacite, y según el caso, te extrañe…
¿Sueles tener en cuenta los tiempos internos de los demás?
Fuente: http://www.mejoraemocional.com
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