Viven hacinados, unos ranchos al lado de otros, donde la miseria, el hambre. La lucha por sobrevivir, por alimentar a un chorro de niños impulsa, induce a delinquir.
Y los que viven bien con descaro los marginan, los condenan a ese infierno.
Y peor, llenos de egoísmo condenan a un Gobierno que busca ayudarlos, sacarlos de ese sub mundo.
Los sin razón, avaros, sin dolor humano, nunca piensan que pasaría si esos muchos se arrechan, se rebelan y salen a tomar lo suyo.
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