Reflexión 1104
El entierro
Solían decir los aldeanos cuando se encontraban en el patio de una casa, al escarbar, una vasija de barro llena de morocotas de oro.
Era la manera como el hombre de la casa guardaba o ahorraba. No había muchos bancos o se desconfiaba de ellos o quedaba muy retirado del pueblo o aldea.
Muchas veces el hombre ocultaba las morocotas sin que la mujer e hijos lo supieran. Al morir el hombre... quedaba enterrada la vasija, y mujer e hijos quedaban en la pobreza.
El hombre en su avaricia, tacañería muchas veces se privaba él y su familia de darse gustos, vivían con lo necesario.
La mujer era un cero a la izquierda. Su oficio era los quehaceres de la casa, parir y criar hijos. El hombre era el proveedor de la casa, el que trabajaba afuera.
Con el pasar de muchos años la mujer moría, los hijos iban formando sus familias y la casa caía en ruindad o se vendía.
El que la compraba, por esos golpes de suerte... en su remover la tierra del patio para cultivar o construir se encontraba con la vasija llena de morocotas. A eso se bautizó con el nombre de BOTIJA.
El afortunado se hacia rico.
La riqueza que el ávaro acumuló, tarde o temprano, a otro benefició.
Valmore Vivas
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